lunes, 23 de mayo de 2011

Parte Final

Gregorio estaba nervioso, estaba sangrando mucho de las piernas y el dolor que sentía era insoportable. Con todas sus fuerzas que tenía, se quitó las estacas de las piernas y tiró un fuerte grito de dolor. Gregorio empezó a llorar del dolor, y mil pensamientos se vinieron a su cabeza. Como sus instintos se lo decían empezó a buscar maneras por las cuales podía salir de ese agujero y llegar a un lugar seguro, pensó pensó y pensó. Después de un buen rato sufriendo de dolor y pensando en como podía salir de ahí, se le ocurrió usar las estacas que habían dentro del agujero y empezar a escalar.


Desenterró las estacas de la tierra y las empezó a clavar en el borde del agujero, primero una, después otra, usando todas sus fuerzas. Cuando le faltaba solamente un metro para alcanzar la cima del agujero, la tierra, que estaba muy húmeda, se soltó y las estacas se safaron y Gregorio cayó otra vez al fondo del agujero, esta vez clavándose una estaca más, pero esta vez en la espalda. Gregorio, gritó todavía más fuerte que la vez pasada, y pensó que esta vez si iba a morir.


Gregorio se dio cuenta de lo que debía hacer, llamar a sus amigos que talvez podrían seguir cerca de donde él se hallaba. Así que Gregorio dejó toda la soberbia que tenía en su corazón y empezó a gritar con todas sus fuerzas "AYUDA POR FAVOR". Pasaron varios minutos y Gregorio no escuchaba ninguna respuesta a sus gritos de socorro. Gregorio estaba perdiendo mucha sangre y empezó a ver todo borroso, cuando gritaba socorro, su voz estaba más débil, luego empezó a perder la conciencia. Entre sus mareos y confusiones, Gregorio empezó a oír voces que se acercaban, lo último que logró ver fue la figura de un hombre que se tiraba con una cuerda para salvarlo.


Gregorio abrió lentamente los ojos y despertó, al principio le costó ver, pero luego que sus ojos se acostumbraran a la luz logró ver que estaba acostado en una cama y que todos sus amigos de la aldea estaban alrededor de él. Gregorio pensó que estaba muerto, pero Doña Lacandona le explicó que luego que cayera en el agujero, de pura suerte iban caminando por ahí sus amigos los cazadores Martín y Samuel y que lo habían rescatado. Gregorio al oír esto se sintió muy feliz y agradecido con sus amigos. Todos los habitantes de la aldea estaban muy felices que Gregorio no había muerto y que estaba de regreso con ellos en la aldea.


Después de comer un poco, Gregorio les habló a todos y se disculpó con todos por haber sido tan soberbio, les dijo que se dio cuenta que necesitaba mucho de ellos y que no podía hacerlo todo él solo, siempre iba necesitar la ayuda de los demás en algunas ocasiones. Los habitantes de la aldea perdonaron a Gregorio y también se disculparon con él por haber sido tan incomprensibles, desde ese día en la aldea de Hountington todos sus ciudadanos se ayudaban entre ellos y Gregorio aprendió la lección que no todo en esta vida se hace por sí mismo, uno siempre debe acudir a sus amigos cuando realmente los necesita, eso le salvo a él la vida.

FIN

lunes, 9 de mayo de 2011

3era parte

A la mañana siguiente, la vieja Lacandona, acompañada por los amigos de Gregorio, Homero y Damián se dirigieron temprano por la mañana en busca de su amigo soberbio. Al llegar enfrente de la casa de Gregorio, repasaron su plan, primero iban a decirle a Gregorio que lo necesitaban de vuelta porque lo querían y porque también necesitaban su ayuda en las tareas pesadas.


Tocaron la puerta, Gregorio la abrió, al verlos no pudo ocultar su alegría. Pasaron adelante, se sentaron en la sala y Gregorio les preparó un muy buen café. Se sentaron y empezaron a platicar, Homero y Damián expresaron que lo extrañaban mucho en el pueblo y que les hacía falta su amigo, que no les importaba como fuera él que solamente querían que todo fuera como lo había sido antes. Doña Lacandona le explicó a Gregorio que era posible que el cambiara, que se llevara con sus amigos tal como antes pero que esta vez debía ser más humilde y pensar más en los demás y no tanto en él mismo.


Gregorio el oir las palabras de sus amigos y de la sabia doña Lacandona, a la que él respetaba mucho, reflexionó. Pero no estaba seguro de volver al pueblo y de volver a su antigua vida, tenía miedo de tener que pedirles perdón a todos y de ser una persona humilde. Pensó entonces que necesitaba tiempo para pensar, entonces decidió dar un paseo por el bosque para aclarar su mente. Doña Lacandona, Homero y Damián muy felices de poder haber convencido aunque sea un poco a Gregorio se marcharon de regreso a la aldea.

Gregorio iba caminando por el sendero del bosque pensando que talvez sus amigos tenían razón, que debería ser una persona humilde. Pero no se decidía porque quería seguir haciéndolo todo él sin que nadie lo ayudara, pero al mismo tiempo extrañaba su antigua vida y estar con las personas que él quería y que sabía que lo querían a él. Aun indeciso de que iba hacer, Gregorio caminó aun más adentro del bosque, hacia una zona de cazadores.


Al ir caminando Gregorio por allí, no se dio cuenta que habían un montón de agujeros en la tierra hechos por los cazadores para atrapar y matar animales del bosque. Los agujeros estaban cubiertos de hojas secas y no se lograban ver fácilmente. Gregorio iba caminando y no se dio cuenta y cayó en un agujero. Los agujeros tenían estacas filosas en el fondo, Gregorio se clavó un par de estacas en las piernas y no podía levantarse. El agujero era de unos 5 metros de altura, y Gregorio no alcanzaba la cima, empezó a imaginarse que este era su fin y que nunca iba volver a ver a sus amigos.